Por Manuel De La Cruz
Anteriormente he señalado al arquetipo del cruzado como una categoría de guerrero por demás noble, la aspereza de su armadura y el brío de su espada son muestras de la férrea voluntad que arde en su corazón: el afán de llevar consigo la guerra por lo trascendental. Cierto es que hay episodios vergonzosos en las historia de las cruzadas, como el saqueo de Constantinopla o la masacre de los albigenses, sin embargo, ello no desacredita las valiosas acciones de estos hijos probos de occidente, más bien aparecen como turbias sombras proyectadas por una brillante estela de luz.
¿Cómo no sentirse cautivado ante el océano de cuentos, leyendas y epopeyas? En la historia medieval las cruzadas transitan el delgado río entre las orillas del mito y la realidad, lo fantástico se confunde con los hechos, el canto del trovador con las líneas del asceta escriba. La sola idea de un hombre dejando todo atrás con la sola meta de reconquistar la Tierra Santa, proteger a los suyos o conseguir el martirio en el intento es sin lugar a dudas enigmática. ¡Qué diferencia hay entre aquél varón medieval y el pasivo consumista de hoy! Mientras uno de forma viril empuña su espada por valores espirituales, el otro se conforma con la vacua utopía de lo material y en nombre del confort o algún esquema malentendido de "seguridad", renuncia voluntariamente a cualquier tipo de relevancia para el resto de la humanidad.
El vivir peligrosamente del renacimiento es una oda al hombre en armas, aquél que abraza de buena gana la senda de Bellona.
Hoy en día, desafortunadamente, se ha estigmatizado al eje central de nuestro devenir histórico: la lucha. Se ha intentado apaciguar y con ello domesticar a occidente a través de falsos ídolos como la excesiva tolerancia o la pusilanimidad revestida de virtud, mientras que el barbarismo ajeno a nuestra civilización alardea de su disposición natural a hacernos la guerra. Mientras el fundamentalismo islámico hace de las suyas, el marxismo cultural conspira por el suicidio de occidente usando la policía del pensamiento conocido como lo "políticamente correcto". Se nos enseña que los cruzados hace siglos dejaron de acudir al llamado por la reconquista de Tierra Santa, pero se omite de manera criminal que sus enemigos jamás cesaron de fraguar intentos por acabar con nuestra ecúmene.
No escribí para hacer loas a los cruzados, sino para narrar un hecho que me pareció tan curioso como esperanzador. Mientras escribo estas líneas, el fundamentalismo islámico está realizando estragos tanto en oriente como en occidente, el Estado Islámico cada día está más cerca de posicionarse como una entidad política autónoma, y de "conquistar" el reconocimiento internacional a través de una concepción sumamente realista del Estado como fuerza. Además, el terrorismo como método de guerra irregular está siendo promovido por estos piratas de la media luna: el derramamiento indiscriminado de sangre está a la orden del día incluso dentro de nuestro continente.
El pasado 19 de julio de 2015 Estados Unidos fue nuevamente blanco de los sarracenos modernos. En la localidad de Chttanooga, Tennessee, un jordano musulmán llamado Mohammad Youssuf Abdulazeez atacó una oficina de reclutamiento de los Marines en plena plaza comercial, y además una oficina de servicio de la misma institución. Murió en combate luego de asesinar a cuatro marinos y herir a personal tanto militar como civil. Por supuesto, la descarriada izquierda norteamericana empezó a negar cualquier vinculación con el Estado Islámico y quiso hacer parecer el evento como un hecho aislado.
Más allá de donde hubiese pasado, aquí se presenta un patrón sumamente claro: la ideología radical detrás de estos seres tiene alcance internacional y la capacidad para reclutar y convertir y conseguir zelotes dispuestos a pelear en cualquier paraje. Esta cosmovisión existencial nos presenta un terrible reto: el de frenar un poderoso movimiento planetario que tiene como principal objetivo a nuestra civilización.
No es "islamofobia", es sentido común y muestra de saludables instintos el inclinarse a la protección de los nuestros ante la arremetida de ellos. Varios ciudadanos, verdaderamente republicanos, se apersonan armas en mano en distintas oficinas de reclutamiento con el propósito de defenderlas de futuros ataques. Algunos motivados por el patrioterismo barato explotado a conveniencia por el gobierno estadounidense, pero otros con un numen lo suficientemente desarrollado como para comprender la profundidad tras estos lamentables acontecimientos: es hora del despertar occidental. Así como los tambores de guerra suenan de polo a polo en el medio oriente, también nosotros estamos llamados a abandonar la vida fácil o el "sueño americano", y a convertirnos en auténticos cruzados de este siglo. No por el odio a los demás, sino por el amor hacia nuestra Patria y nuestras familias.
En la fotografía podemos observar a Joseph Frye en plena guardia voluntaria, frente a un local de reclutamiento. Como algunos estados de la unión restringen el porte de armas, él propone el uso profesionalizado de espadas, arco y flechas. Vale la pena destacar, que Frye no es ningún iluso, tiene años de experiencia en la práctica de tiro al blanco medieval y en el uso y reproducción de implementos militares medievales.
Los cruzados existen. En esta fotografía aparece Frye haciendo guardia junto a su esposa, quién también tiene experiencia militar, y un vecino veterano.
El veterano y medievalista Joseph Frye captó mi atención cuando se sumó a estas convocatorias ataviado a la usanza medieval. Con cota de malla, peto de cuero y una bandera templaria, nuestro singular amigo alzó la voz cargado de un coherente sentido histórico pocas veces tan lúcido como acertado en estos tiempos modernos. Aquél quijote yankee comprendió, al igual que nosotros, que quiénes sienten el llamo a la defensa de los valores inmortales no son un mero eco del pasado, todo lo contrario, los cruzados del siglo XXI son los profetas de los años por venir en este eterno retorno de lo mismo.
Mi sincero anhelos es que ese espíritu combativo, y ese afán de defender a tu nación, aunque el gobierno no lo quiera, llegue también a nuestras costas y veamos cuanto antes nuevos cruzados en Venezuela.