La política es el arte de las
apariencias, precisamente bajo ése esquema operan hoy las relaciones visibles
de poder que se pretenden mostrar como conclusiones lógicas de la voluntad
general. Desde que la mendicidad del
voto se convirtió en dogma religioso, los amigos de la infamia se han esforzado
para crear el más vistoso y colorido de los espectáculos, le han arrebatado a
los artistas su papel de entretenedores y se han dedicado a la tarea de
estimular cuán método conductista a una masa cada vez menos crítica y más
banal.
A partir del 23 de Enero de 1958,
en Venezuela se prohibió a la verdad aparecer en las tribunas oficiales. Con
esto no intento retratar a los políticos no democráticos como corderos
inocentes incapaces de mentir, más bien aludo a la relación sincera en términos
de poder que existía entre el gobierno y los gobernados. Se sabía a ciencia
cierta datos que hoy resultarían irrisorios y hasta imposibles de constatar completamente,
como quiénes son los que “mandan”. Al menos en las autocracias decimonónicas,
imperaba la figura de un hombre fuerte o una cúpula oligárquica quienes eran
reemplazados por alguna otra élite organizada que se arrojaba a la bélica tarea
de conquistar al Estado.
En la Venezuela del siglo XXI
carecemos de cualquier noción de certeza, en términos generales, de lo que se
conjura en las turbias aguas del poder. ¿Quién gobierna a Venezuela? ¿Puede
usted sin chistar responder de manera simple ésa pregunta? Es evidente que el
incompetente bufón de Maduro no gobierna, pero también dudo que el responsable
sea Diosdado u otro de sus allegados. Es más, de tener que responder apuntaría
hacia el exterior: Raúl Castro quedaría pequeño al lado de la influencia que
tiene el Foro de Sao Paulo, la República Popular China y demás ejes de poder en
ésta poliarquía internacional, no obstante eso es otro tema.
Lo que verdaderamente me incomoda
es haber sido testigo de cómo un mal presentimiento se convirtió en la realidad
palpable. ¿A quién engaño? Más que un presentimiento era la certeza de algo que
todo vimos y que en ocasiones pasadas hemos presenciado, estar atónitos ante el
guión de siempre sería pecar de incautos.
La apoteosis de López, o de cómo mantener en el engaño a todo un país.
Lo que sucedió el día de hoy,
martes 18 de febrero de 2014, no es más que la culminación de una triste obra
de teatro democrático y electoral que tiene como objetivo la apoteosis política
y el martirio simbólico de Leopoldo López, como nueva cabeza de aquél
ministerio para la legitimación de la tiranía llamada “Mesa de la Unidad
Democrática”.
¿A qué corresponde tal lógica? Es
simple, ante los continuos fracasos políticos y el fiasco que como “líder” representó
Capriles, la MUD necesitaba reemplazar su cabeza visible por una menos vilipendiada.
El adinerado socialista de Capriles pasó a convertirse frente al opositor
promedio en un símbolo de derrota, cobardía, pusilanimidad, falta de virilidad,
y lo más deprimente, en la viva representación ambulante del pacto acomodaticio
entre la “oposición oficial” y el gobierno usurpador.
Es allí donde entra en juego la
nueva máscara de quiénes pretenden mantener empoderado al socialismo mientras aparentan combatirlo. Leopoldo López, el
adalid miembro de la Internacional Socialista, sería designado como el portavoz
de un sector cada vez más radical y dispuesto a luchar por su libertad.
Desafortunadamente, el nuevo discurso y disposición
de medios en nada hacían variar la finalidad esencial de la MUD y TODOS sus
miembros: fortalecer cada día más las bases de la dominación comunista en
nuestra tierra.
Conocidos los actores, pasemos a
hacer revista del guión, empezando por unos tales “autoconvocados” que
curiosamente tenían logística y recursos para la impresión masiva de panfletos
en pro de López y terminando con los agentes de la MUD tratando de apagar con
unos megáfonos el fuego que involuntariamente encendieron. Nuestros traficantes
de la infamia pretendían hacerse con el sentimiento de combatividad de los
ciudadanos inconformes con el gobierno, hasta el punto que auparon tímidas
manifestaciones de calle.
Todo esto se reduce a una suerte
de catarsis colectiva, en donde la MUD se encargó de menguar las fuerzas del
manifestante en largas horas de arengas pacifistas bajo el inclemente sol
matutino hasta la tarde. Semejante al hacendado que le da un fuete al peón más
irreverente y le nombra capataz, con la esperanza de que así se olvide de su
propia condición de esclavo; la MUD jugó a brindar una forma de drenar el
descontento colectivo de la población, haciéndole creer a la ciudadanía que con
marchas pacíficas y clases de yoga los venezolanos derrocarían al gobierno que
más alto ha mantenido la tasa de homicidios diarios en el país.
Por supuesto que es una pérdida
de tiempo, las patéticas discusiones sobre porqué “la resistencia pacífica es
mejor que la violenta” y la decadente moralidad de dar la otra mejilla frente a
la adversidad es lo que ha mantenido a los venezolanos cautivos en una celda
cada vez más estrecha. El canto de rancias y anticuadas sirenas politiqueras se
asemeja a los faroles que ciegan y conducen a su muerte a cuanto insecto
volador iluminan.
El día de hoy Venezuela entera
fue testigo de una traición más, me refiero concretamente a la acordada y
planificada entrega voluntaria de Leopoldo López a la fuerzas del Estado. No
hubo resistencia, no hubo ánimos de lucha, sólo hubo la anestesia colectiva de “martirizar”
a una figura pública. No faltará el disociado blasfemo de turno que quiera
comparar a López con el episodio bíblico de Cristo entregándose a los romanos. La
gran diferencia en este caso, es que a López en lugar de una corona de espinas,
el entregarán una corona mediática; en lugar de crucificarlo lo mantendrán en
las primeras planas. El aroma a barrotes de cárcel resulta excepcionalmente
seductor para las masas acéfalas que lo empezarán a ver como un mártir por la
libertad.
¿Quieren mártires? ¿Acaso
necesitan que alguien más verdaderamente
entregue su vida por una causa justa para motivarse a hacer lo propio? Les
tengo no uno, sino tres mártires de verdad: Bassil Da Costa, Robert Redman y
José Méndez. Ellos no dudaron en entregar su futuro, sus esperanzas, ilusiones
y metas por la construcción de una Venezuela Digna y Libre. Son ellos quienes
deberían encabezar la lista de luchadores contra el invasor cubano, y no la de
un socialista aburguesado que para mayor descaro da su última arenga pública
sobre una bandera de Cuba y al lado de la estatua de José Martí (monumento de muy
mal gusto que el susodicho erigió en su gestión como alcalde de Chacao).
La bestia roja está arrinconada y
muy mal herida, retroceder sería la forma de permitir al gobierno extranjero su
prolongación por un par de lustros más. Por lo tanto, la palabra de orden que
debe imperar en todo corazón patriota es la de no abdicar hasta liberar del
yugo comunista a nuestra Patria. Quienes pretendan reducir la combatividad o
desmovilizar las verdaderas protestas no
son más que traidores al servicio de la araña internacional.
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