martes, 18 de febrero de 2014

La apoteosis del engaño



La política es el arte de las apariencias, precisamente bajo ése esquema operan hoy las relaciones visibles de poder que se pretenden mostrar como conclusiones lógicas de la voluntad general.  Desde que la mendicidad del voto se convirtió en dogma religioso, los amigos de la infamia se han esforzado para crear el más vistoso y colorido de los espectáculos, le han arrebatado a los artistas su papel de entretenedores y se han dedicado a la tarea de estimular cuán método conductista a una masa cada vez menos crítica y más banal.

A partir del 23 de Enero de 1958, en Venezuela se prohibió a la verdad aparecer en las tribunas oficiales. Con esto no intento retratar a los políticos no democráticos como corderos inocentes incapaces de mentir, más bien aludo a la relación sincera en términos de poder que existía entre el gobierno y los gobernados. Se sabía a ciencia cierta datos que hoy resultarían irrisorios y hasta imposibles de constatar completamente, como quiénes son los que “mandan”. Al menos en las autocracias decimonónicas, imperaba la figura de un hombre fuerte o una cúpula oligárquica quienes eran reemplazados por alguna otra élite organizada que se arrojaba a la bélica tarea de conquistar al Estado.

En la Venezuela del siglo XXI carecemos de cualquier noción de certeza, en términos generales, de lo que se conjura en las turbias aguas del poder. ¿Quién gobierna a Venezuela? ¿Puede usted sin chistar responder de manera simple ésa pregunta? Es evidente que el incompetente bufón de Maduro no gobierna, pero también dudo que el responsable sea Diosdado u otro de sus allegados. Es más, de tener que responder apuntaría hacia el exterior: Raúl Castro quedaría pequeño al lado de la influencia que tiene el Foro de Sao Paulo, la República Popular China y demás ejes de poder en ésta poliarquía internacional, no obstante eso es otro tema.

Lo que verdaderamente me incomoda es haber sido testigo de cómo un mal presentimiento se convirtió en la realidad palpable. ¿A quién engaño? Más que un presentimiento era la certeza de algo que todo vimos y que en ocasiones pasadas hemos presenciado, estar atónitos ante el guión de siempre sería pecar de incautos.

La apoteosis de López, o de cómo mantener en el engaño a todo un país.

Lo que sucedió el día de hoy, martes 18 de febrero de 2014, no es más que la culminación de una triste obra de teatro democrático y electoral que tiene como objetivo la apoteosis política y el martirio simbólico de Leopoldo López, como nueva cabeza de aquél ministerio para la legitimación de la tiranía llamada “Mesa de la Unidad Democrática”.

¿A qué corresponde tal lógica? Es simple, ante los continuos fracasos políticos y el fiasco que como “líder” representó Capriles, la MUD necesitaba reemplazar su cabeza visible por una menos vilipendiada. El adinerado socialista de Capriles pasó a convertirse frente al opositor promedio en un símbolo de derrota, cobardía, pusilanimidad, falta de virilidad, y lo más deprimente, en la viva representación ambulante del pacto acomodaticio entre la “oposición oficial” y el gobierno usurpador.

Es allí donde entra en juego la nueva máscara de quiénes pretenden mantener empoderado al socialismo mientras aparentan combatirlo. Leopoldo López, el adalid miembro de la Internacional Socialista, sería designado como el portavoz de un sector cada vez más radical y dispuesto a luchar por su libertad. Desafortunadamente, el nuevo discurso  y disposición de medios en nada hacían variar la finalidad esencial de la MUD y TODOS sus miembros: fortalecer cada día más las bases de la dominación comunista en nuestra tierra.

Conocidos los actores, pasemos a hacer revista del guión, empezando por unos tales “autoconvocados” que curiosamente tenían logística y recursos para la impresión masiva de panfletos en pro de López y terminando con los agentes de la MUD tratando de apagar con unos megáfonos el fuego que involuntariamente encendieron. Nuestros traficantes de la infamia pretendían hacerse con el sentimiento de combatividad de los ciudadanos inconformes con el gobierno, hasta el punto que auparon tímidas manifestaciones de calle.

Todo esto se reduce a una suerte de catarsis colectiva, en donde la MUD se encargó de menguar las fuerzas del manifestante en largas horas de arengas pacifistas bajo el inclemente sol matutino hasta la tarde. Semejante al hacendado que le da un fuete al peón más irreverente y le nombra capataz, con la esperanza de que así se olvide de su propia condición de esclavo; la MUD jugó a brindar una forma de drenar el descontento colectivo de la población, haciéndole creer a la ciudadanía que con marchas pacíficas y clases de yoga los venezolanos derrocarían al gobierno que más alto ha mantenido la tasa de homicidios diarios en el país.

Por supuesto que es una pérdida de tiempo, las patéticas discusiones sobre porqué “la resistencia pacífica es mejor que la violenta” y la decadente moralidad de dar la otra mejilla frente a la adversidad es lo que ha mantenido a los venezolanos cautivos en una celda cada vez más estrecha. El canto de rancias y anticuadas sirenas politiqueras se asemeja a los faroles que ciegan y conducen a su muerte a cuanto insecto volador iluminan.

El día de hoy Venezuela entera fue testigo de una traición más, me refiero concretamente a la acordada y planificada entrega voluntaria de Leopoldo López a la fuerzas del Estado. No hubo resistencia, no hubo ánimos de lucha, sólo hubo la anestesia colectiva de “martirizar” a una figura pública. No faltará el disociado blasfemo de turno que quiera comparar a López con el episodio bíblico de Cristo entregándose a los romanos. La gran diferencia en este caso, es que a López en lugar de una corona de espinas, el entregarán una corona mediática; en lugar de crucificarlo lo mantendrán en las primeras planas. El aroma a barrotes de cárcel resulta excepcionalmente seductor para las masas acéfalas que lo empezarán a ver como un mártir por la libertad.

¿Quieren mártires? ¿Acaso necesitan que alguien más verdaderamente entregue su vida por una causa justa para motivarse a hacer lo propio? Les tengo no uno, sino tres mártires de verdad: Bassil Da Costa, Robert Redman y José Méndez. Ellos no dudaron en entregar su futuro, sus esperanzas, ilusiones y metas por la construcción de una Venezuela Digna y Libre. Son ellos quienes deberían encabezar la lista de luchadores contra el invasor cubano, y no la de un socialista aburguesado que para mayor descaro da su última arenga pública sobre una bandera de Cuba y al lado de la estatua de José Martí (monumento de muy mal gusto que el susodicho erigió en su gestión como alcalde de Chacao).


La bestia roja está arrinconada y muy mal herida, retroceder sería la forma de permitir al gobierno extranjero su prolongación por un par de lustros más. Por lo tanto, la palabra de orden que debe imperar en todo corazón patriota es la de no abdicar hasta liberar del yugo comunista a nuestra Patria. Quienes pretendan reducir la combatividad o desmovilizar las verdaderas protestas no son más que traidores al servicio de la araña internacional.

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