domingo, 8 de diciembre de 2013

Hoy no voté



Hoy no voté, no porque sea menos ciudadano que tú ni porque no quiera a mi país.

Hoy no voté, no porque me agrade el gobierno ni porque callo y otorgo.

Hoy no voté, no porque tiré la toalla o porque soy un saboteador consumado.

Hoy no voté por la sencilla razón que no me presto a la prostitución política. No voté porque prefiero luchar en verdad a quedarme pensando que hacer una cola y presionar una pantalla táctil es lo único que puedo hacer.

Los traficantes de esperanza de siempre se enfrascan en convencernos que hoy "celebramos", según el argot a lá Lucena, una especie de elecciones, a sabiendas de que el poder electoral se encuentra controlado por la mano del invasor cubano, al igual que el resto de los poderes públicos. Nada más falso que ello, hoy la gente votará pero no elegirá, siendo los "resultados" definidos hace semanas en una maligna isla caribeña.

No voté, porque si decido acudir al centro de votaciones con mi mejor cara de "demócrata a carta cabal", estaría aceptando las condiciones inicuas que impiden un verdadero resultado. Además, soy una persona coherente, pienso que la coherencia entre el verbo y la acción es el paso fundamental que falta hacer en la política venezolana. ¿Cómo seguir denunciando el fraude electoral pero al mismo tiempo acudir jovialmente a votar? ¡Imposible!

Quiénes van a votar hoy están aceptando con su "derecho cívico, ciudadano y maravillosamente democrático" que el actual sistema electoral es óptimo. Votar es legitimar, así de simple. ¿Cómo pretender de manera coherente catalogar al actual gobierno de opresor cuando se le "enfrenta" de manera democrática como a cualquier rival civilizado?

¡Mil gracias a quiénes con su voto legitiman más la tiranía cubana! Es irrelevante si el voto fue a parar en la tarjeta MUDa o la del PSUV, los Castro están enormemente agradecidos contigo.

Además, ¿en verdad la lucha es por la "democracia"? ¿Acaso "escoger" entre un comunista rojo o uno azul cambiaría el estado de las cosas?

Es pueril creer que hoy se esté celebrando una maniquea lucha entre el bien y el mal. Los traficantes de esperanza desgastaron sus voces proclamando el Ragnarök político de hoy. ¿Es en verdad un alcalde tan importante en un país presidencialista y con una estructura gubernamental paralela como los consejos comunales? En absoluto, las alcaldías son hoy un día un parapeto para obtener recursos a costa de nuestros impuestos. Son la fuente de manutención de parásitos y sanguijuelas. Ya Antonio Ledezma nos demostró con lo pusilánime de su gestión para qué servían tales adornos en la Venezuela Socialista: para robar a costa de la lástima, la mentira y la manipulación.

Les recuerdo a mis queridos lectores que desde Cuba y Brasil (no se nos olvide el Foro de Sao Paulo) se está orquestando la venida del "Estado Comunal" (eufemismo para república soviética o Estado Comunista) y que con su aplicación, de sólo un plumazo las atribuciones y competencias de las alcaldías estarían reducidas a pintar la pared de un edificio gubernamental cuando mucho.

Con ésto no pretendo invalidar una de las principales células naturales de nuestra sociedad: el municipio. Tan sólo señalo lo folclórico que es creer en ello en la actual coyuntura.

Dígame abstencionista si le place, pues precisamente me abstengo de legitimar al sistema de bandidos y cómplices que viene pisoteando a mi Patria desde hace décadas.

Por último pero no menos importante, sostengo que en el escenario meramente hipotético en que no existiese la posibilidad de fraude y que Cuba no controlase los designios de nuestra nación, igualmente no votaría por tres razones fundamentales:
  • Debemos dejar de aupar y promover la mediocridad, el populismo y la demagogia como opciones políticas válidas.
  • Necesitamos acabar con el conformismo de limitarnos a botar nuestro voto con el "menos malo" y en su lugar trabajar en la construcción de verdaderas propuestas que aseguren la grandeza nacional y la justicia social.
  • Es injusto considerar como iguales la opinión de un ciudadano preocupado por los asuntos públicos, y la opinión de un vago o de un malhechor, como lo sostiene el actual modelo de democracia.
Por todo ello y más, ejerzo mi derecho a elegir, eligiendo el no botar mi voto.

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