Navidad como fecha festiva popular arrastra sus propios personajes y episodios. La globalización, el materialismo y demás patrones modernos han convertido casi toda conmemoración espiritual en un simple espectáculo comercial. No obstante, de nada vale seguir con el discurso moralista que ya todos conocemos, cada quién le hará caso a las señales según crea conveniente.
En esta ocasión me detendré a pecar de aventurado y jugar con las comparaciones. ¿Jamás han encontrado en la figura imaginaria de el Grinch cierta similitud con el Zarathustra de Nietzsche? Yo sí, y empezando a citar la parte primera de Así hablaba Zarathustra trataré de ejemplificar porqué me agradan ambos profetas.
Apenas llegó Zarathustra a los treinta años, dejó su patria y el lago de su patria y se refugió en la montaña. Durante diez años disfrutó allí, sin cansarse, de su espíritu y de su soledad.
Similar que el profeta solar de Nietzsche, el Grinch de manera voluntaria decide abandonar las comodidades ofrecidas por la vida colectiva, tomando un largo exilio en la montaña y convirtiéndose en un ermitaño capaz de gozar, sentir y reír por sí mismo sin la necesidad de acompañantes humanos. Parafraseando a Schopenhauer, la soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes, máxima que conocen a la perfección Zarathustra y Grinch.
Luego de contemplar los rayos del sol y transformar su corazón, Zarathustra decide luego de diez años descender a donde habitan los hombres. No sería el astro solar quién inspira al Grinch, sino la pequeña Cindy Lou Who que subiendo hasta su caverna lo convida a regocijarse una vez más con la compañía de los hombres. Los dorados bucles de Cindy bien podrían ser una semejanza que rememore a los rayos del sol, por lo que la metáfora se cumple.
El Grinch luego de reflexionar desciendo sólo a Villa Quién, dejando tras sí a su fiel caniche. Zarathustra al partir al pueblo Vaca Multicolor haría lo propio, dejando de lado a su águila y su serpiente. El viajero sólo debe ser acompañado por su sombra, ha de ser alfa y omega de su travesía y afrontar con el temple de quién está habituado a la soledad las engañosas ofertas y decadentes costumbres de los efímeros. Su corazón se encuentra en un plano elevado, pues las respuestas a sus preguntas han sido sugeridas únicamente por su interior. ¿Valdrá la pena repartir la sabiduría al populacho? ¿Serán los "quienes" aptos para comprender el sentido de la festividad? Ambos personajes se enfrentan a las dudas que presentan el nivel de nobleza de sus futuros escuchas.
Zarathustra al llegar al poblado se dirige a las multitudes en la plaza pública y entre sus palabras rescatamos las siguientes:
¿Qué es el mono para el hombre? Un motivo de risa o una vergüenza dolorosa. Es esto mismo, lo que debe ser el hombre para el superhombre: un motivo de risa o una vergüenza dolorosa. Habéis trazado el camino que va desde el gusano hasta el hombre y queda en vosotros mucho de lombriz de tierra.
El verde protagonista de nuestro cuento de navidad se diferencia del profeta, pues en lugar de dar su discurso a modo de impartir sabiduría, decide el camino de la enseñanza por medio del ejemplo. Su comportamiento apático, despreocupado, jovial, festivo y dionisíaco rompe por entero con los rígidos y quizás hasta castradores esquemas sociales que Villa Quién de manera hipócrita y antinatural valoraba.
Semejante al martillo filosófico que acaba con todo dogma de la moral de esclavos, el Grinch desvirtúa y arrasa con todo símbolo del orden anterior. Aquél ser elevado que en su corazón elevación es capaz de prescindir del aliciente tradicional está personificado en el iracundo Grinch que incinera al árbol materialista. El fuego purifica y es el elemento más representativo de la vida. Ante la caída de los falsos profetas del consumismo se alza una hoguera que calienta y a la vez encandila a los habitantes de Villa Quien. Al igual que el mito platónico de la caverna, quienes poblaban Vaca Multicolor se encuentran incapaces de presenciar la luz del conocimiento, habían estado demasiado acostumbrados a dejarse guiar por sombras y fantasías.
Yo os digo: es preciso llevar dentro de uno mismo un caos para poder poner en el mundo una estrella. Yo os digo: lleváis en vosotros un caos. ¡Infeliz de él! Se acerca el tiempo en que el hombre no pondrá más estrellas en el mundo. ¡Desgraciado! Se acerca el momento del más despreciable de los hombres, que ya no sabe despreciarse a sí mismo. ¡He aquí! Yo os muestro al último hombre. Y el último hombre guiñando el ojo pregunta: ¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es deseo? ¿Qué es estrella? Entonces la Tierra se habrá hecho más pequeña y sobre ella dará saltos el último hombre, que todo lo empequeñece.
El antiguo caos heleno creador de todo orden es rememorado por Nietzsche a través de Zarathustra. La actitud enfermiza y decadente del hombre moderno que todo lo empequeñece es señalado como una suerte de enfermedad terminal. ¿Quedarse como camello o crecer? La interrogante irrumpe en nuestras mentes cuán inclemente relámpago. El Grinch conocía la respuesta de antemano y por ello renunció a la banalidad festiva de Villa Quién, por ello se internó en la soledad y se regocijó con su espíritu. Su "pequeño" corazón despreciaba la falsedad y le susurraría la mala nueva que atormentó ensu momento a Zarathustra:
No me comprenden: no soy yo la boca que han menester estos oídos. Quizás porque he vivido demasiado tiempo en las montañas y he escuchado demasiado a los arroyos y a los árboles, les hablo ahora como a cabreros. Serena está mi alma y luminosa como la montaña en las primeras horas del día. Pero me juzgan como de corazón frío y como un bufón de siniestras burlas. Y helos aquí que me miran y que ríen. Y mientras ríen, me siguen aborreciendo. Hay hielo en sus risas.
Pocas serían las almas que comprenderían a Zarathstra o al Grinch, sólo unos pocos se mantendrían fieles a sus palabras: sus animales, su corazón, el sol y algún nómada o aventurero. Pero allí estaría la más importante enseñanza para todo amante de lo elevado, que la victoria del supremo gusto empieza por estimar el valor y no la cantidad.
No debo ser ni pastor, ni sepulturero. Ya no volveré a hablar nunca al pueblo; por última vez he hablado a un muerto. Quiero reunirme con los creadores, con los que cosechen y se huelgan: les mostraré el arco iris y todos los peldaños que conducen hasta el superhombre. Cantaré mi canción a los solitarios y a los que son dos en la soledad; y a quien quiera que posea oídos para las cosas inauditas yo le colmaré el corazón con mi felicidad.Sigamos las enseñanzas inmortales de éstos astros, ¿para qué regocijarse en el júbilo de los más cuando la elevación se encuentra en nuestro interior? Quien renuncia a su voluntad por complacer a las mayorías termina convirtiéndose en un número del montón, una simple cifra. Quedaría prohibido entonces renunciar a nuestra grata autenticidad creadora.
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