domingo, 16 de febrero de 2014

Júbilo combativo


La grandeza de un «progreso» se mide, pues, por la masa de todo lo que hubo que sacrificarle.”
Freidrich Nietzsche

Llamaradas de fuego se alzan en las calles de Venezuela, cuyo humo se entremezcla con la neblina química utilizada por el gobierno usurpador para subyugar la férrea voluntad de quién ha decidido dejar de vegetar.

El profundo y sombrío letargo de quince años parece haber perdido su poder, el sopor empieza a desaparecer conforme voces inconformes hacen despertar la conciencia de los venezolanos. Como un clarín de guerra retruenan las consignas de una aguerrida juventud, dispuesta a sacrificar la hogareña conformidad en pos de un futuro digno.

Los latidos de miles de corazones jubilosos resuenan al ritmo marcial de nuestros tiempos. La responsabilidad histórica que se cierne sobre nuestros hombros finalmente ha logrado movilizar un cúmulo de fuerzas sin precedentes en la historia contemporánea de Venezuela. ¿Cómo no maravillarse ante la estoica belleza que refleja el valor por sí mismo? Los más hermosos sonetos hayan justo rival en el fuego proveniente de la lucha por la libertad. Cada roca arrojada contra las tropas de la tiranía se asemeja a un verso o a una pincelada genialmente ejecutada.

Ante tan sublime escenario, prefiero mil veces el fuerte y picante aroma de combustibles caseros y bombas lacrimógenas a la tensa, absurda y ovejuna cotidianidad y su fétido hedor a tráfico y concreto armado. No hay incienso más inspirador y mejor para la meditación que los gases provenientes de alguna gigantesca valla propagandística del gobierno, siendo consumida por las llamas.

Las dulces fogatas que se alzan en toda la nación en nombre de la Libertad y Dignidad son la desesperada comunión de quién se rehúsa a convertirse en una cifra más. La más ardiente voluntad de poder se percibe a través de los ígneos ojos de aquellos guerreros incógnitos, que paradójicamente, ocultando sus identidades han asegurado sus nombres en la historia.

¿Cómo no mostrar simpatía por el embellecedor gesto de éstos redentores para nuestro país? Frente a la seducción del combate tan sólo se me ocurren dos grupos que se pronunciarían en contra: los lisonjeros, envidiosos amantes de la falsa paz; y los cómplices de la tiranía. Sí, hoy por hoy al grito de “no a la capucha” es recurrente toparse con personas sumamente mezquinas, que al carecer de valentía pretenden condenar a quién sí la tiene para sentirse mejor con ellos mismos. Son éstos entorpecedores del futuro, quienes de manera ingenua pretenden dialogar con quiénes les tienen una bala jurada para sus cabezas.

Anhelan la paz, y al parecer comparten el mismo concepto de paz que tiene el gobierno comunista: la inerte, vacía, triste y seca paz encontrada sólo en los cementerios. El profundo silencio que asecha las tumbas de aquellos quiénes se cansaron de gritar. Pero, ¿Cómo alguien podría aceptar lo antinatural de desear tan ansiosamente callar su propia voz estando vivo? ¿Cómo se podría alguien cansar de hablar habiendo dicho tan poco? Al parecer, estos fúnebres pacifistas en un gesto de sinceridad para consigo mismos, comprendieron que sus palabras resultan ofensivas y vacías, por lo que prefieren delegar al gobierno usurpador la responsabilidad de la expresión. A fin de cuentas, ¿qué dirá quién no tiene nada que decir?

Y por otro, está la casta parasitaria de los cómplices, aquellos repudiables e inescrupulosos traficantes de esperanzas que acumulan ganancias a costa del sacrificio de nuestra juventud. Ésos constante dadores de puñaladas traperas, que no tienen problema en transmutar cada gota de sangre venezolana por miserables moneda en divisa extranjera.

Son estos dos ejemplares de hombres-esclavos los que dedican a diario lastimeros gritos o extensos artículos justificando lo injustificable. ¿Hasta qué punto debemos seguir tolerando la existencia de tan viles seres en nuestras filas? No puede haber ningún tipo de concesión para tan vulgares propuestas, si de veras pretendemos deshacernos de la tiranía comunista, es deber de todo patriota denunciar públicamente el daño realizado por éstos escollos.

Es un hecho, verificado por la historia, los gobiernos de corte marxista no encuentran su fin con una “fiesta democrática”, sólo la férrea voluntad organizada ha podido derrocar las más sangrientas tiranías inspiradas en el viejo Marx. Es hora que los venezolanos amantes de su Patria, fieles a sus tradiciones y orgullosos de sus ancestros; se dejen cautivar por los recios himnos de Belona. La lucha se libra de manera total, siendo insuficientes los escritores estériles y los grupos sedientos de protagonismo pero carentes del mismo en las horas oscuras. Quiénes asumirán las riendas del país, deberán demostrar su valía en el campo de batalla. Serán condenados como irrelevantes aquellos pueriles politiqueros que convocando marchas (o criticando las mismas) no hagan acto de presencia en la vanguardia.

No tengamos tiempo para que el miedo se apodere de nosotros, el sacrificio que hagamos hoy se mantendrá vigente en las generaciones del mañana. Ante la duda, sepamos que el pretender detener la lucha es escupir sobre la memoria de nuestros valerosos caídos.

Estemos felices, preocupadamente felices, la adversidad es el cincel que moldea nuestra esencia y le llegó la hora a Venezuela. Afable lector, ¿estarás dispuesto a participar en el renacer de nuestra Patria o te conformarás con ver los toros desde la barrera? ¿Enarbolarás la bandera de tus principios e ideales en medio del bélico caos o te quejarás cuando otros hayan impuesto los suyos como prima oficial en el gobierno próximo a surgir?

Espero tu respuesta obedezca a tu voluntad y no a los cantos de sirena partidistas. De querer contribuir con la Libertad de Venezuela no hace falta que me lo digas, lo comprobaré al verte luchando junto a mi contra el invasor.

Alcemos juntos y con el mayor de los bríos la bandera de una Venezuela Inmortal, gloriosa, destinada a ser la más grata de las naciones en donde pudieran crecer nuestros hijos.

¡Caídos por la Patria, Presentes!

¡Arriba Venezuela!

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