viernes, 3 de agosto de 2012

Avanzada Oscurantista


                El cansancio y el hastío del siempre soñar llega a nuestra vidas bajo el pernicioso nombre de madurez, o al menos ese es el concepto que nos han vendido por siglos los más hábiles amantes del oscurantismo.

                En ocasiones anteriores he denunciado como los materialistas siempre han tomado como  bandera predilecta, la de un horizonte limitado, racional e inmediato. Los sueños y las ideas de grandeza son catalogados de utopías siempre y cuando puedan ser realizables por la humanidad. Bastaría proponer un verdadero cambio en la historia de nuestra especie para ser tildado de loco.

                Pero, ¿no es acaso la locura el más grande de los dones e incluso una señal de sabiduría cuando los “cuerdos” no hacen más que fracasar? Seamos ambiciosos una vez más y pensemos que hay futuro más allá del horizonte percibido por nuestros ojos. ¿Por qué hemos de conformarnos con lo “menos malo” cuando tenemos el derecho y deber de exigir lo mejor para nuestra sociedad?

                Estas son interrogantes que me he formulado a cada instante cuando me percato de cuanta mediocridad política se puede percibir a diario. Muchas veces, las masas cegadas por las promesas del oportunista de turno terminan bebiendo del veneno que se les ofrece para aplacar la sed de justicia que tienen.  Y todo esto a sabiendas de quienes hábilmente manejan los hilos del poder.

                Poniendo los pies sobre la tierra, tenemos en el panorama electoral dos opciones aparentemente diferentes, pero que encarnan a su modo un mismo discurso y un mismo proyecto de país. Muchos somos los que deseamos un cambio inmediato en las estructuras del poder nacional, pero es falso que obtengamos tan anhelado sueño con un simple cambio de vocero.

                Si analizamos a profundidad las propuestas esgrimidas por ambos candidatos, y más importante aún, las tendencias ideológicas detrás de cada uno, nos encontraremos con una vergonzosa y dura realidad: son dos caras de la misma moneda tiránica. Ambos proyectos se diferencian únicamente por una disposición alternativa del orden cromático en la estética electoral, más no presentan punto de distinción alguna en el proyecto de país. Ambos abogan por un modelo “democrático”, más bien demagógico, de socialismo.

                Por más adjetivos que pueda tener la palabra “socialismo”, siempre que parta de una base materialista se traducirá en un criterio de distribución de riqueza completamente pernicioso para la vida en sociedad,  pues pretende repartir los recursos de manera igualitaria, pisoteando por completo los méritos de quienes se esfuerzan más. Todo esto se hace con la intención de crear una sociedad conformista y vacía, que no tenga aliento ni voluntad de superarse, una sociedad de corderos, de animales de rebaño fáciles de controlar con el siempre útil mito democrático, donde triunfa quien mejor sepa mentir.

                Apartando el inminente fraude electoral, el cual cada día se perfila más en el horizonte, yo me rehúso enérgica y categóricamente a participar en este circo mediático llamado 7 de Octubre. Mi voto jamás servirá para legitimar opciones opuestas al bienestar de Venezuela.

                Lo que me queda es seguir haciendo llamados a la conciencia venezolana, nuestra sociedad debe despertar de éste terrible letargo. Sigue gobernada por un mismo partido indecoroso cuyas consignas cambia con elaboradas máscaras. Para que una tiranía, grupal o  unipersonal, pueda mantenerse en el poder en la era democrática, únicamente necesita aparentar la posibilidad de poder ser derrocada electoralmente. Al tener una oposición complaciente, cómplice y confabulada, todo régimen puede  extenderse a sus anchas sin temor a la represalia internacional.

                Ese es el papel que siempre ha hecho la Mesa de la Unidad Democrática: la de simples legitimadores del oscurantista, antipatriótico y mediocre gobierno socialista que mantiene sumida en el fango a nuestra amada Venezuela.

                La solución se haya  en crear un verdadero movimiento de carácter nacional, cuyos dirigentes se alejen por completo de las opciones que hasta ahora han sido presentadas por ambas caras de la misma infame moneda. Un clamor de dignidad cuyos gritos y pasos logren hacer temblar los mismos cimientos de éste oprobioso sistema. Un verdadero cambio que se obtenga mediante la redención nacional.

                Solo cuando los intereses de la Patria posean una jerarquía mayor a los intereses partidistas, obtendremos nuestro merecido sitial de honor entre las naciones del mundo.

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