jueves, 16 de agosto de 2012

Nacionalismo y obrero: un mismo bando.


“Es mal capital, en la cuestión que estamos tratando, suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo. […]. Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. El acuerdo engendra la belleza y el orden de las cosas; por el contrario, de la persistencia de la lucha tiene que derivarse necesariamente la confusión juntamente con un bárbaro salvajismo.”
                         León XIII, Encíclica Papal “Rerum Novarum”.

            Toda acción que caracterice al movimiento nacionalista, ha de reflejar la profunda ética social que cada miembro de nuestra cruzada patriótica debe poseer. Es estéril ondear con esmero una bandera o entonar con pasión un himno sagrado cuando el patriotismo esgrimido no se traduce en mejorías para la colectividad nacional.

            Siguiendo éste orden de ideas, quienes adoptamos como ideal político y filosofía de vida al estandarte del nacionalismo, debemos acabar con los mitos que rodean al concepto de “nación”, empezando por declarar que ésta no es una idea abstracta, ni un terruño añorado delimitado por fronteras físicas. La Nación es una idea concreta, es la colectividad que comparte una misma historia y un mismo destino, son los nombres que regaron con sangre los campos de nuestra tierra para cultivar un futuro brillante que se traduce en el bienestar de cada parte del todo.

            Parte de la obra nacionalista ha de ser la reivindicación plena de los derechos inherentes a la condición de obrero, el cuál independientemente de su labor o papel en las relaciones de producción sigue siendo un ciudadano.   Su trabajo lejos de estar dedicado a la “emancipación de su clase social” como sugerirían los marxistas, o al enriquecimiento de sus patrones; debiera asegurar un futuro próspero para su Patria por encima de los intereses comerciales o personales.

            El día 1ero de Mayo de cada año se celebra en el mundo occidental el “día del trabajador”, cuando distintos “comerciantes de esperanza” desde organizaciones sindicales hasta partidos políticos y demás manipuladores de oficio compiten entre sí por ver quien se perfila como el defensor del obrero oprimido con el discurso más apasionado e hipócrita que sus dirigentes puedan proferir.

            También es una oportunidad en que los dirigentes de izquierda pueden sembrar la discordia entre los trabajadores, al impartirles el credo marxista y fragmentario que anuncia la tan anhelada “lucha de clases” como que si se tratarse de una definitiva redención religiosa. Ésta mentada lucha de clases no es más que una guerra intestina entre compatriotas que combaten por el predominio de un estrato, definido por la materialista y efímera escala monetaria.

            En 1891 el Papa León XIII redactaría la Encíclica Papal “Rerum Novarum”, donde expondría la necesidad de unificar los criterios de cada estrato de la sociedad, en lugar de explotar sus divisiones. Como reza la tesis aristotélica, el trabajo intelectual y el trabajo físico se necesitan uno al otro, únicamente el equilibrio entre ellos dos garantiza el bienestar de la sociedad. Los nacionalistas compartimos ésta vía de pensamiento, y nos oponemos tanto a la “dictadura del proletariado” como a la “dictadura de la burguesía”, ante nuestros ojos no debe haber distingo de clase alguna cuando vemos a un compatriota.

            Siguiendo ésta tónica, la Organización de Estudiantes Nacionalistas – ORDEN, decidió marchar el día 1ero de Mayo del 2012 para brindarle una nueva propuesta al trabajador venezolano: la reivindicación de la patria por encima de las diferencias económicas, sociales o políticas.

            Bajo un azul intenso y guiados por el siempre brillante sol de mayo, típico de nuestra época de sequía, se alzaba una pancarta cuyas letras rezaban “Nuestro trabajo es por Venezuela, no a las leyes comunistas”, mensaje flanqueado por la efigie de un trabajador decorado con los colores del tricolor patrio. Nuestro paso se mantenía constante entre filas de marxistas que con improperios intentaban deslegitimar nuestra lucha en contra de la manipulación.

            A pesar que nos encontrábamos supuestamente en una marcha opositora, el ambiente era digno del más abnegado mitin chavista: el color rojo invadía las calles al aparecer sin límites en los pendones, carteles y banderas de cada agrupación política. Los perfiles de Lenin, Mao, Marx y Ernesto “Che” Guevara eran las insignias favorecidas por los supuestos representantes del trabajador opositor a Chávez. Aun así, los ojos esperanzados de algún viejo obrero apolítico cuya mente está cansada de la dialéctica marxista nos daban ánimos de seguir con nuestra misión.

            Quizás el episodio más llamativo de nuestra jornada fue el encuentro con los desinformadores profesionales de VTV, el canal estadal usado por el gobierno socialista como una trinchera de propaganda marxista. Fuimos entrevistados por un palangrista sin escrúpulos que se dedica a manipular los comentarios de todo aquél que esté en contra de la tiranía. Sus palabras provenían de un discurso vacío, sin espíritu, habituado a un mismo guión repetido hasta el hastío. Nuestras respuestas fueron contundentes, al romper con el paradigma materialista que intentaba imponernos mediante su afilada lengua.

            Cuando pensó que el duelo estaba perdido, sacó su última carta dialéctica, luego de que denunciáramos al marxismo como apátrida y ateo para sorpresa de los marchistas quienes usaban rojas vestiduras sin saber su significado. El traficante de la infamia arrojó con ademán victorioso una pregunta que sorprende por su naturaleza aparentemente inocente pero profundamente malintencionada: “Si son tan nacionalistas, y son tan anti-marxistas y desprecian tanto al puntofijistmo, ¿por qué están marchando contra Chávez en una marcha de adecos y copeyanos apoyando a la CTV?

            Los aires de victoria que creía surcar el comunicador antisocial se transformaron inmediatamente en la más adversa de las tempestades, cuando respondimos que no defendíamos estructuras partidistas, que nuestra lucha era por la reivindicación del obrero venezolano. Más allá de un carné o una postura política, nuestras consignas estaban en defensa del trabajador venezolano, no de organizaciones. No somos ni adecos ni chavistas, somos nacionalistas.

Naturalmente la entrevista de más de cinco minutos que se había tornado en un verdadero enfrentamiento ideológico fue terminada abruptamente por los ahora humillados entrevistadores, quienes solo se atrevieron a trasmitir unos escasos segundos.

Más allá de las miradas atónitas, estaban los viles colaboradores del régimen, quienes a pesar de sus vestiduras “opositoras” no podían ocultar su enojo ante nuestro discurso reconciliador.

            ¿Qué clase de esperanza puede quedar en un país asediado y vejado a diario por un gobierno socialista teniendo como única oposición aparente un puñado de comunistas frustrados que acusan a Chávez de fascista mientras en secreto admiran sus postulados?

            La única respuesta es forjar un nuevo sendero político que desprecie tanto al actual régimen marxista como a sus predecesores quienes despojan las riquezas de ésta tierra desde 1958. Sobre nuestros hombros reposa la responsabilidad histórica de convertir a nuestro país en una verdadera potencia, que garantice la felicidad y bienestar de cada uno de sus habitantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario