“Es mal capital, en la cuestión que estamos
tratando, suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra,
como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para
combatirse mutuamente en un perpetuo duelo. […]. Ambas se necesitan en
absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el
capital. El acuerdo engendra la belleza y el orden de las cosas; por el
contrario, de la persistencia de la lucha tiene que derivarse necesariamente la
confusión juntamente con un bárbaro salvajismo.”
León XIII, Encíclica Papal “Rerum Novarum”.
Toda
acción que caracterice al movimiento nacionalista, ha de reflejar la profunda
ética social que cada miembro de nuestra cruzada patriótica debe poseer. Es
estéril ondear con esmero una bandera o entonar con pasión un himno sagrado
cuando el patriotismo esgrimido no se traduce en mejorías para la colectividad
nacional.
Siguiendo
éste orden de ideas, quienes adoptamos como ideal político y filosofía de vida al
estandarte del nacionalismo, debemos acabar con los mitos que rodean al
concepto de “nación”, empezando por declarar que ésta no es una idea abstracta,
ni un terruño añorado delimitado por fronteras físicas. La Nación es una idea
concreta, es la colectividad que comparte una misma historia y un mismo
destino, son los nombres que regaron con sangre los campos de nuestra tierra
para cultivar un futuro brillante que se traduce en el bienestar de cada parte
del todo.
Parte
de la obra nacionalista ha de ser la reivindicación plena de los derechos
inherentes a la condición de obrero, el cuál independientemente de su labor o
papel en las relaciones de producción sigue siendo un ciudadano. Su trabajo lejos de estar dedicado a la
“emancipación de su clase social” como sugerirían los marxistas, o al
enriquecimiento de sus patrones; debiera asegurar un futuro próspero para su
Patria por encima de los intereses comerciales o personales.
El
día 1ero de Mayo de cada año se celebra en el mundo occidental el “día del
trabajador”, cuando distintos “comerciantes de esperanza” desde organizaciones
sindicales hasta partidos políticos y demás manipuladores de oficio compiten
entre sí por ver quien se perfila como el defensor del obrero oprimido con el
discurso más apasionado e hipócrita que sus dirigentes puedan proferir.
También
es una oportunidad en que los dirigentes de izquierda pueden sembrar la
discordia entre los trabajadores, al impartirles el credo marxista y
fragmentario que anuncia la tan anhelada “lucha de clases” como que si se
tratarse de una definitiva redención religiosa. Ésta mentada lucha de clases no
es más que una guerra intestina entre compatriotas que combaten por el
predominio de un estrato, definido por la materialista y efímera escala
monetaria.
En
1891 el Papa León XIII redactaría la Encíclica Papal “Rerum Novarum”, donde
expondría la necesidad de unificar los criterios de cada estrato de la
sociedad, en lugar de explotar sus divisiones. Como reza la tesis aristotélica,
el trabajo intelectual y el trabajo físico se necesitan uno al otro, únicamente
el equilibrio entre ellos dos garantiza el bienestar de la sociedad. Los
nacionalistas compartimos ésta vía de pensamiento, y nos oponemos tanto a la
“dictadura del proletariado” como a la “dictadura de la burguesía”, ante
nuestros ojos no debe haber distingo de clase alguna cuando vemos a un
compatriota.
Siguiendo
ésta tónica, la Organización de Estudiantes Nacionalistas – ORDEN, decidió
marchar el día 1ero de Mayo del 2012 para brindarle una nueva propuesta al
trabajador venezolano: la reivindicación de la patria por encima de las
diferencias económicas, sociales o políticas.
Bajo
un azul intenso y guiados por el siempre brillante sol de mayo, típico de
nuestra época de sequía, se alzaba una pancarta cuyas letras rezaban “Nuestro
trabajo es por Venezuela, no a las leyes comunistas”, mensaje flanqueado por la
efigie de un trabajador decorado con los colores del tricolor patrio. Nuestro
paso se mantenía constante entre filas de marxistas que con improperios
intentaban deslegitimar nuestra lucha en contra de la manipulación.
A
pesar que nos encontrábamos supuestamente en una marcha opositora, el ambiente
era digno del más abnegado mitin chavista: el color rojo invadía las calles al
aparecer sin límites en los pendones, carteles y banderas de cada agrupación
política. Los perfiles de Lenin, Mao, Marx y Ernesto “Che” Guevara eran las
insignias favorecidas por los supuestos representantes del trabajador opositor
a Chávez. Aun así, los ojos esperanzados de algún viejo obrero apolítico cuya
mente está cansada de la dialéctica marxista nos daban ánimos de seguir con
nuestra misión.
Quizás
el episodio más llamativo de nuestra jornada fue el encuentro con los
desinformadores profesionales de VTV, el canal estadal usado por el gobierno
socialista como una trinchera de propaganda marxista. Fuimos entrevistados por
un palangrista sin escrúpulos que se dedica a manipular los comentarios de todo
aquél que esté en contra de la tiranía. Sus palabras provenían de un discurso
vacío, sin espíritu, habituado a un mismo guión repetido hasta el hastío.
Nuestras respuestas fueron contundentes, al romper con el paradigma
materialista que intentaba imponernos mediante su afilada lengua.
Cuando
pensó que el duelo estaba perdido, sacó su última carta dialéctica, luego de
que denunciáramos al marxismo como apátrida y ateo para sorpresa de los
marchistas quienes usaban rojas vestiduras sin saber su significado. El
traficante de la infamia arrojó con ademán victorioso una pregunta que
sorprende por su naturaleza aparentemente inocente pero profundamente
malintencionada: “Si son tan nacionalistas, y son tan anti-marxistas y
desprecian tanto al puntofijistmo, ¿por qué están marchando contra Chávez en
una marcha de adecos y copeyanos apoyando a la CTV?
Los
aires de victoria que creía surcar el comunicador antisocial se transformaron
inmediatamente en la más adversa de las tempestades, cuando respondimos que no
defendíamos estructuras partidistas, que nuestra lucha era por la reivindicación
del obrero venezolano. Más allá de un carné o una postura política, nuestras
consignas estaban en defensa del trabajador venezolano, no de organizaciones.
No somos ni adecos ni chavistas, somos nacionalistas.
Naturalmente
la entrevista de más de cinco minutos que se había tornado en un verdadero
enfrentamiento ideológico fue terminada abruptamente por los ahora humillados
entrevistadores, quienes solo se atrevieron a trasmitir unos escasos segundos.
Más allá
de las miradas atónitas, estaban los viles colaboradores del régimen, quienes a
pesar de sus vestiduras “opositoras” no podían ocultar su enojo ante nuestro
discurso reconciliador.
¿Qué
clase de esperanza puede quedar en un país asediado y vejado a diario por un
gobierno socialista teniendo como única oposición aparente un puñado de
comunistas frustrados que acusan a Chávez de fascista mientras en secreto
admiran sus postulados?
La
única respuesta es forjar un nuevo sendero político que desprecie tanto al actual
régimen marxista como a sus predecesores quienes despojan las riquezas de ésta
tierra desde 1958. Sobre nuestros hombros reposa la responsabilidad histórica
de convertir a nuestro país en una verdadera potencia, que garantice la
felicidad y bienestar de cada uno de sus habitantes.
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